El siguiente texto ha sido enviado por Beatriz Díaz
Lavar en Grisaleña (Burgos)
"Recuerdo con cierta nostalgia cuando íbamos con un animal cargado de ropa sucia a lavarla en los lavaderos que había en la fuente. Porque no sólo se iba a por agua, sino también a lavar la colada, estando hasta la puesta del sol y malcomiendo un bocadillo.
Había que hacerlo todas las semanas, pero una vez al año se hacía una colada especial. Eran las sábanas, hechas de lino sembrado en las propias fincas e hilado por las abuelas del lugar. Éstas requerían un lavado especial que consistía en enjabonarlas bien y aclararlas con agua caliente de lluvia dentro de una canasta grande donde pudieran caber las sábanas sucias de todo el año. Echando jabón y agua caliente con cenizas de leña quemada, las manteníamos en remojo un día entero. (...)
Al día siguiente se sacan las sábanas y se extienden al sol en una campa con hierba, regándolas con agua de lluvia que previamente fue recogida con los canalones que recorren los tejados. Ese agua dura todo el año y se guarda en grandes tinajas de barro, siendo buena para todo, en especial para cocer legumbres*. Cuando hayan estado varias horas se recogen y se llevan en un burro a aclarar a la fuente.
Años más tarde por fin metieron el agua en las casas; fue hacia el año 1968 (...)
* Es decir, ese agua es más fina o menos alcalina que el agua de la fuente.
Referido a Grisaleña, Burgos, por Eusebi Ruiz, nacida en la posguerra. Tomado de:
Eusebi Ruiz. Memorias; una vida en primera persona. Ediciones Beta. Bilbao, 2012 (17-18).
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