El historiador recopila en
un estudio estos espacios vetados a los hombres «bajo pena de tres días de
cárcel»
José Antonio
Melgares es un investigador incansable. Licenciado en Geografía e Historia;
académico de las Reales de la Historia y Alfonso X el Sabio; miembro de la
Junta Rectora de la Asociación Española de Cronistas Oficiales; presidente de
la Asociación de Cronistas Oficiales de la Región de Murcia; y autor de
múltiples trabajos de investigación y divulgación, su último trabajo se ha
centrado en los lavaderos públicos.
- ¿Por qué se le
ocurrió hacer esta investigación?
- Éste es un
tema, como tantos otros, que se refiere a actividades humanas que se pierden de
la memoria de nuestra generación por haber caído en desuso. Soy consciente de
que a nuestra generación corresponde dejar constancia al futuro de actividades
tan importantes como la siega, la trilla o el desperfolle en el campo, la
fabricación de la cal y el carbón en la sierra y tantas otras actividades
económicas y sociales que, dentro de muy pocos años, no habrá nadie que recuerde.
Este tipo de actividades llevaban asociados aspectos muy importantes desde el
punto de vista etnográfico como la indumentaria, el folclore o la literatura
popular.
- ¿Dónde
existen actualmente lavaderos públicos? ¿Cuál es el que se conserva mejor?
- Quedan
muchos. Pero se usan muy poco y acabarán desapareciendo víctima de la
especulación del suelo. Unos han sido restaurados, como los de Ojós, Blanca, El
Chaparral (Cehegín), El Calar de la Santa y Abanilla, éste último con muy poco
acierto. Otros van a restaurarse, como es el caso del de Pliego. Y otros
conservan su sabor añejo, como el de Barinas o el de Santa Leocadia de Totana.
En otros sitios queda el recuerdo de lo que fue en algún topónimo urbano.
- Dígame el
lavadero público que hubiese de mayor importancia arquitectónica, aunque no se
conserve actualmente.
- El de Alhama,
por ejemplo, era de dimensiones casi monumentales. Pero no hay que valorarlo
por su estructura arquitectónica, cuya tipología es muy similar, sino por haber
sido un lugar donde la mujer se encontraba libre de la presión social que
siempre la acosó. Era una especie de casino femenino donde la mujer hablaba con
libertad y se manifestaba como era en realidad. Además, era un mentidero local
de excepción. Me refiero a una época en que la mujer pintaba muy poco en la
sociedad civil.
- ¿Podían lavar
los hombres?
- Los hombres
nunca lavaron en público. Ahora sí que lo hacemos, pero en casa. Nunca un
hombre tenía acceso al lavadero, e incluso hay ordenanzas, como las de Caravaca
de 1548, que prohibían a los hombres incluso detenerse a mirar a las mujeres,
bajo pena de 3 reales de multa y tres días de cárcel.
- ¿Hubo alguna
regulación del concejo de algún pueblo sobre este tema?
- El lavadero
solía ser municipal, y era el Concejo quien se encargaba de su mantenimiento.
Las ordenanzas se referían al lavadero, prohibía lavados en otros sitios y
señalaba horarios. Incluso hablaba de la colocación de las mujeres según el
proceso de lavado.
Fuente: La Verdad de Murcia
Fecha:
02/12/2006
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